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martes, 29 de noviembre de 2011

V - La Carga



Los pies le pesaban.
La sangre resbalaba por todo su cuerpo, empapando la túnica de lana basta que le habían puesto para tapar las horribles heridas causadas por ese horrible instrumento.
Y pensar que esos eran sus semejantes.
Una furia creciente iba tomando forma en su interior, a medida que ascendía penosamente, camino de su propia muerte, con aquella pesada carga.
Pese a conocer su destino desde el mismo día de su nacimiento, no podía por menos que verse inundado por esos sentimientos tan puramente humanos.
Odiaba a cada uno de los que le rodeaban.
Los que le habían traicionado, los que le habían arrastrado al calabozo inmundo, los que le habían torturado, los que habían preferido lavarse las manos e ignorar lo que estaba sucediendo.
Todas sus buenas intenciones y los esfuerzos que había invertido en aquella empresa, para nada.
Todas las buenas intenciones de su padre, tratando de beneficiarles, tratando de darles lo mejor de si mismo, desperdiciadas.
Todo para nada.
Una piedra en el camino le hizo caer, sintiendo el lacerante dolor de las afiladas piedras del camino clavándose en sus rodillas.
Cayó cuan largo era, agradeciendo el descanso breve, pues enseguida unas manos tiraron de el para que se alzase de nuevo y, tras no lograrlo, de nuevo los látigos fustigando su ya lacerada piel, que en algunas zonas o colgaba hecha jirones o sencillamente lo existía, dejando la carne al descubierto.
Se alzó penosamente y volvió a coger su pesada carga y continuó su ascenso por el Gólgota, camino de su propia e inevitable muerte, pues ni el Hijo De Dios estaba exento del destino que acecha a todos los humanos.
Jesuah continuó avanzando poco a poco, sabiendo que al final del camino le esperaba la peor de las cargas que desataría la peor de las maldiciones

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